jueves

Un discurso más

Para mi clase de literatura me han pedido que escriba un discurso, seguramente no será aceptado (como siempre), pero lo comparto con ustedes.


¿Un discurso? ¿Una oratoria? ¿Para qué? 

¿Para hacer pensar a los demás? ¿Para cambiar las ideas de otros? No en este país, no en esta escuela. 

No tengo idea de qué decir, solo puedo decir lo que otros han dicho ya y seguramente lo dijeron mejor. De ser así, podría comenzar con el mismo “bla bla bla” de siempre; “Cambia tú primero”, “Sé tú mismo”, “Busca trascender”, pero ¿Y luego? Luego ya no hay nada, detrás de un discurso bonito están quienes se conmueven y dicen que harán algo o cambiarán algo, pero eso es todo, lo dicen, lo piensan y una semana después, lo han olvidado

Después están esos concursos como nuestro muy querido “concurso de oratoria y declamación” donde todos los años debemos escribir una oratoria que nadie quiere oír y generalmente sobre un tema del que nadie quiere escribir. No digo que esté mal tener un concurso de esta índole, en realidad podría ser algo realmente interesante, el problema es que al final es algo que no se disfruta como debería, es una obligación que casi nadie quiere cumplir en lugar de ser una exposición de temas que nos interesen con verdaderas ideas y pensamientos, tal y como nosotros lo querríamos decir. 

La pregunta en este punto sería: ¿Por qué estoy escribiendo esto? Por la misma razón que todos mis compañeros; necesito la calificación. Es irrelevante lo que aquí escriba, si en verdad tuviera algo qué decir a una multitud, no sería sobre un tema como los que nos presentan para esto. Así como puedo decir algo, puedo ser censurado, una y otra vez.

Algunas veces imagino un lugar con verdadera libertad de expresión, un lugar en el que abiertamente podría decir lo que en verdad pienso y no lo que otros quieren escuchar. 

Pero al final, tristemente, de eso se trata esto, de satisfacer los deseos de alguien que busca diversión y entretenimiento al escucharnos “concursar”, pues al pueblo, teatro.