Siete
con doce minutos por la mañana. Me despierto y me sigo quejando, un día más en
esta soledad. El sol ha entrado por la ventana y me ha hecho pensar por qué
sigo aquí, me ha hecho preguntarme por qué no me he decidido a huir. La
respuesta es simple; no tengo a dónde ir, pero no hace falta, mis recuerdos me
dicen que en realidad al pretender retirarme, no me quiero escapar de un lugar
o de una situación; me quiero escapar de mí, de lo que fui, de lo que soy y,
por supuesto, de lo que no quiero llegar a ser.
Mis
únicos movimientos son los que hago de la cama a la cocina, de la cocina al baño
y del baño a la cama, no sé qué más podría hacer, en teoría, debían ser
solamente tres días, sin embargo, he perdido la cuenta de ellos, los he dejado
pasar, me he dejado llevar por esta absurda soledad que poco a poco me ha hecho
olvidar mi propia voz, donde el hombre del espejo, triste y solitario, es el
único al que he visto desde aquel día.
Aquel
día, deberé recordarlo, cómo podría olvidarlo si fui yo quien después de tanto
tiempo me he empujado al encierro, yo tomé esas decisiones de las que hoy
quisiera arrepentirme, pero no, no soy capaz.
Nueve
de la mañana, el sol entra por mi ventana y me dice que debería moverme de
la cama, la cama me dice que debería quedarme en ella, pero la soledad también
me habla y la soledad me dice que sin importar lo que haga, a dónde vaya o a quién
vea, no podré curarla.
Decido
levantarme, quizá necesito sentir el agua sobre mi cuerpo. Entro al baño y me
siento un extraño en él, es diferente a la imagen que había en mi mente, me
siento como un desconocido, un extranjero en este mundo de locos. Sin desvestirme
me coloco bajo la regadera, el agua comienza a caer, abro los ojos y creo
recordar todo lo olvidado, quiero recordar qué era aquello que debía hacer y
nunca hice, quiero recordar qué es eso que lo llevó todo al olvido.
Estoy
fuera, algo en el agua me hizo querer buscar respuestas. Me quito esa ropa y
busco algo en el armario. Tomo lo primero que veo y me dirijo a la estantería,
quizás alguno de mis libros tenga respuestas, los veo uno por uno, no abro
ninguno, los títulos no me hacen notar nada, todo sigue igual, ya los he leído
todos en otro momento, también buscando respuestas.
Necesito
comer algo, la cocina está vacía, no es posible. No hace mucho conseguí comida,
quiero saber a dónde pudo haberse ido.
No
lo noté, pero se hizo de noche, escucho llover, mi único escape, como lo ha
sido desde hace un tiempo; es dormir. Me dirijo a la cama.
Algo
que no logro entender, sucede, lo puedo recordar todo, ahora sé qué es lo
que está pasando y qué es lo que pasó, me veo día tras día haciendo lo mismo
una y otra vez, sigo sin saber cómo llegué ahí, pero sé que mañana haré exactamente lo mismo, como lo hice ayer; sin recordar lo que hice hoy. Este ha sido
solo un día más, al igual que los que pasaron y los que vendrán.